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Carta desde el Desierto: Padre Christopher Hartley

Carta desde el Desierto: Padre Christopher Hartley

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Fiesta de Santa Teresa del Niño Jesús-Patrona de las misiones

Queridos amigos de la misión

Fario: Hace ya unos años, comenzamos en la misión de Gode el programa TAMARA para mujeres enfermas de SIDA y sus hijos, en su mayoría a causa de la prostitución. Durante este tiempo han sido decenas las mujeres que hemos podido ayudar a través de nuestros programas, tanto en el área laboral como ayudándoles con sus medicamentos, mejora de sus condiciones habitacionales y la posibilidad de comenzar una nueva vida en la que descubrir su dignidad como personas, como mujeres creadas a imagen y semejanza de Dios-Amor. Pero también hemos cosechado nuestra lamentable cuota de fracasos. Mujeres que han venido a nuestros programas, con la firme promesa de dejar la prostitución y una retahíla de vicios innombrables, que sin embrago han caído una y otra vez en las mismas adicciones. Es el caso de Fario. Cuando la conocimos, a través del hospital de Gode, ya estaba infectada de SIDA y padecía la peor clase de tuberculosis, la que ya es multirresistente a cualquier clase de medicamentos. Por más oportunidades que le ofrecimos, Fario volvió a la prostitución, al alcohol y a drogas locales como el chat y la shisha, una y otra vez.

En 2016 fue sorprendida, una vez más, ejerciendo la prostitución y fue apartada del programa. Viéndose en la calle, vino a pedirme perdón, se puso de rodillas y antes de que yo me diera cuenta y pudiese impedirlo, me beso los pies, pidiéndome una nueva oportunidad. Aunque ella no lo entendiera – Fario era musulmana – le dije que estábamos en el “Año de la Misericordia” y que estaba perdonada. Era su última oportunidad. Al cabo de unos meses, descubrimos que, de manera clandestina y escondida, había vuelto a caer en lo mismo y fue apartada del programa para siempre. Fario siempre había sido extremadamente delgada, pero en ese tiempo parecía una especie de cadáver ambulante. Una mañana, estando ya fuera del programa, se acercó a la hermana y no tuvo que decir nada, Sister Joachim se dio cuenta de que Fario tenía la muerte escrita en el rostro. Sin pensarlo dos veces, la subió en el vehículo de la parroquia y la llevó al hospital. Fue “ingresada” en una habitación que había servido de trastero, reconvertida en “habitación de aislamiento”.

La tuberculosis (MDR Tb: Multi Drug Resistant Tuberculosis) que padecía era extremadamente contagiosa. Ella tenía que usar mascarilla lo mismo que los que la visitábamos. Todos los días íbamos a administrarles sus medicamentos, llevarle comida, bañarla, cambiarle de ropa y de sábanas; pero, sobre todo a hacerle compañía y estar con ella, en la firme convicción de que estábamos asistiendo a la pasión de Cristo en el sufrimiento de esta mujer: “Estuve enfermo y me visitasteis, cada vez que lo hicisteis con un de estos mis humildes hermanos… A MÍ ME LO HICISTEIS” (Mt 25:36). Fario empeoraba de día en día hasta que dejó de comer y tuvimos que administrarle vías para que no muriera deshidratada. Pasábamos más tiempo en el hospital que en casa, hasta que nuestra vida comunitaria se empezó a resentir.

Fue entonces cuando tomamos la decisión: “¿Por qué no nos traemos a Fario a morir a nuestra casa de la misión?” Con el permiso del director del hospital y cumplimentado los necesarios trámites burocráticos, acondicionamos una habitación para ella con todas las comodidades a nuestro pobre alcance. Corrían los primeros días de agosto y a partir de ese momento, todos hicimos tunos de día y de noche para acompañarla y socorrerla en sus necesidades. La hermana fue la que tuvo que echarse más carga a sus espaldas, por sus conocimientos de enfermería y sus muchos años de experiencia misionera en estas lides. Fario fue la primera persona que habíamos recogido y traído para morir con nosotros. Ha sido un verdadero kayros de Dios para la misión, para todos nosotros, una gracia y un privilegio, un verdadero paso del Crucificado por nuestras vidas. Seguro que vendrán más, pero ella fue la primera. Estar a su lado, rezar vísperas o el rosario todos juntos alrededor de su cama, cantarle canciones, enseñarle alguna película que le entretuviera y distrajera…

Yo ya estaba acostumbrado a levantarme a las 2 am para estar con ella, cambiarle los pañales cuando era necesario; rezar un rato con ella y junto a ella, en medio de la noche estrellada de este desierto somalí, tratar de imaginarme cómo habría sido su vida desde que nació y la mala suerte que había tenido para vivir una vida tan espantosa… Entró septiembre y le pedimos a nuestra Señora que se la llevara en primer sábado de mes, pero no murió. Fario estaba tercamente, incomprensiblemente aferrada a la vida, al último hilo de su existencia. Vino su hijo a despedirse de ella, un chaval de no más de 12 años, de ojos traviesos y la ingenuidad de quien ha vivido toda su vida en la precariedad y la incertidumbre, viendo el horror de la vida de su madre, en el cuartucho donde este pobre chaval vio desfilar durante años, a lo peor de la escoria de la humanidad. Fario murió a las 10 de la noche del 5 de septiembre, día de la fiesta de Santa Teresa de Calcuta. No nos cabe duda que la Madre Teresa vino a buscarla; para nosotros fue una emoción muy fuerte que fuese en el día de la fiesta de tan gran santa, que muriera la primera persona en nuestra humilde misión.

Oramos y cantamos a su alrededor tantos días y ahora venía la madre a llevársela. Qué mayor regalo que poner por obra lo que un día le dijo la Madre Teresa Nuestro Señor: “si no me dejan entrar en el cielo, yo llenaré el cielo de pobres y ellos me ayudarán a entrar”. Nosotros creemos y esperamos en la fe que Fario, que está ya con Jesús, María y todos los santos, nos ayudará a entrar – cuando nos llegue la hora – en su mismo rinconcito de cielo, porque creemos en la fe que Fario estará en la puerta del cielo junto a Jesús, a María, a todos los santos y nos ayudará a entrar al banquete del Reino. Cuidar a Fario nos costó un dineral en medicamentos y todo lo que un paciente necesita, bueno en realidad, más que un dineral, no nos costó nada, porque todo, absolutamente todo lo que “gastamos” en Fario nos lo habéis donado vosotros en aquella gigantesca colecta de medicinas y material médico y de hospital que nos mandasteis en el contenedor ¡¡Gracias a todos vosotros en nombre de Fario… y de los que vendrán, seguro, después de ella!! Bautismos en la Vigilia Pascual: Después de diez años de paciente espera y siembra tenaz, llegó el día por todos esperado.

Después de serena reflexión y una concienzuda catequesis para adultos; celebramos durante la Vigilia Pascual los sacramentos de la iniciación cristiana de dos adultos (RICA) y el bautismo de un bebé recién nacido. Mocria, profesor de veterinaria, de 35 años de edad, que eligió el nombre de John (Juan); Chuchu (¡aunque os cueste creerlo!) que eligió el nombre de Laura, como signo de gratitud a Sister Joachim, que además fue su madrina. Laura es el nombre de bautismo de Sister Joachim. Mocria (John), Chuchu (Laura) y el hijo de ella, Emmanuel; en la noche de la Vigilia Pascual, reciben vida eterna en nombre de Cristo Jesús, su Señor y sus Salvador y entran a formar parte del Cuerpo de Cristo, la Santa Iglesia. Bautizamos también al hijo recién nacido de Chuchu-Laura que recibió el nombre de Emanuel, y Yitamenal – un verdadero pilar de nuestra comunidad católica – fue su padrino. Es difícil explicaros lo que significaron para mí estos bautizos. Todos estos años rezando sólo en mi capillita… siete años celebrando la Santa Misa solo, día, tras día, tras día… pidiéndole al Buen Dios que no me dejara desfallecer, que no flaqueara mi fe y que siempre me mostrase el camino. Tal fue el gozo de esa noche, que, al acabar nuestra solemnísima celebración, recuerdo estar de rodillas en la capilla solo, entrada ya la madrugada, al fresco del relente, y decirle al Señor, que después de la alegría que acababa de vivir, daba por bien pagados todos los sinsabores, todas las soledades, todas las oscuridades, todas las amarguras, todas las lágrimas, todos los miedos de todos estos años… Tres nuevos cristianos, tres nuevos católicos, tres nuevos hijos de Dios y de la Iglesia.

Como dice la canción de mi amigo el Padre Félix del Valle: “no merecemos Señor que tu amor a nosotros sea tanto, pero Tú, nos lo quieres dar así, para hacer que nuestra vida sea solo Padre nuestro para ti…” Visita pastoral del Obispo: En el mes de noviembre de 2016 hizo su primera visita a Gode nuestro nuevo obispo, Monseñor Angelo Pagano, OFM, Cap, junto a otros cuatro sacerdotes de la diócesis. Su presencia entre nosotros supuso una enorme gracia de Dios. Oró con nosotros, presidió la divina liturgia, visitó las obras y proyectos de la Iglesia; nos acompañó a Kalafo; se reunió con las autoridades y sobre todo avivó las ascuas del fuego del Espíritu entre la pequeña comunidad católica que aquí peregrina a la casa del Padre y se esfuerza por sembrar las semillas del Reino que viene.

La misión de Gode es la única misión de todo este gigantesco Vicariato Apostólico que no ha sido fundada por los PP capuchinos (franceses e italianos) y nuestro nuevo obispo quiere que la “primera evangelización” sea una verdadera prioridad de esta Iglesia particular. De hecho, nos ha pedido que, puesto que Gode empieza a ser una misión firmemente arraigada, que desde aquí pensemos y discernamos la manera de llegar a otras poblaciones de esta vastísima región somalí. Llegada del Padre Paul Schneider: En junio de 2016 nos visitó el Padre Paul, sacerdote diocesano de Getafe (España) y aquí en Gode sintió la llamada a la vocación misionera; una llamada que llevaba años germinando y madurando en su corazón.

El Padre Paul ya está en Gode. Sin billete de vuelta, que es como los verdaderos misioneros se van a las misiones. Con todo mi corazón doy las gracias al obispo de Getafe, Don Joaquín María López de Andújar, por prestarnos a uno de sus mejores sembradores para esta dificilísima misión en este terruño tan áspero y olvidado, en pleno corazón de África. También mi agradecimiento personal a mi obispo, Don Braulio Rodriguez Plaza, arzobispo de Toledo, por toda su ayuda en esta gestión. Paul pasará una temporada en Addis Ababa asistiendo a una escuela de idiomas, y a primeros de 2018, se incorporará definitivamente a la misión de Gode.

Esto me liberará a mí para colaborar con el obispo de Harar en otras tareas del Vicariato y sobre todo para explorar la posibilidad de abrir otras misiones junto a la frontera con Somalia. P Paul orando en la capilla de la misión y …. ¡en plena acción evangelizadora! Almacén, Tabor, Betania: Gracias a la generosidad de todos vosotros, hemos completado en estos días la construcción de tres nuevos edificios: Almacén: Al paso de los meses y los años, casi sin darnos cuenta, todo el edificio de Galilea se nos había convertido en un inmenso trastero, en todas las aulas y dormitorios se nos amontonaba la comida, los repuestos de los vehículos, medicinas a montones, material escolar, y un sinfín de artículos que se iba comiendo el espacio de las aulas y hasta de los dormitorios. Se hacía por tanto urgente la edificación de un almacén, en el que guardar todo lo que a lo largo de estos meses nos habéis donado.

Tabor: Narra la tradición evangélica que fue en ese “monte alto” donde Jesús manifestó su gloria a sus discípulos. Por ello, hemos construido una casita en la que los moribundos de SIDA o de cualquier otra enfermedad, que no tengan donde morir, puedan venir a experimentar la gloria del resucitado en su hora final. Donde estar rodeados de la mejor atención médica (dentro de la precariedad de esta región), y sobre todo recibir todo el amor y la ternura de la Iglesia madre. Betania: Desde que llegó a Gode, la pobre Sister Joaquim ha deambulado como una nómada, de habitación en habitación, sin morada fija donde reclinar la cabeza. Sólo el Buen Dios conoce la generosidad de su sacrificio, su despojo y su olvido de sí misma. Había llegado el tiempo de que la Iglesia le facilitase un espacio pobre pero digno donde poder vivir con mayor facilidad su consagración religiosa: el apartamiento del mundo, la soledad del claustro, la intimidad con solo Dios, el tiempo de estudio…

Todo eso que durante estos tres largos años ha vivido precariamente por las circunstancias de la misión, lo podrá vivir ahora a pleno pulmón y con el corazón esponjado en la amistad con Jesucristo esposo y en su constante entrega a los más pobres de los pobres. ¡Agua, traigan agua!: Es el grito desesperado que nos lanzan las gentes al paso de nuestro vehículo. Y, es que ya va para casi dos años que en toda la región somalí de Etiopía no cae ni una gota de lluvia. Gode y sus alrededores, poblados incontables, perdidos entre estos secarrales inhóspitos, se mueren literalmente de sed. Gracias a vosotros, a vuestras generosísimas donaciones y a los fondos de diferentes organizaciones, hemos podido llevar muchos camiones de agua a las diferentes regiones a las que nos han enviado las autoridades locales. Parte el alma ver estas gentes tan esqueléticas, deambulando famélicos a las orillas de caminos, senderos y carreteras, buscando pozas de agua terriblemente contaminada, donde lo mismo beben de día las gentes y animales domésticos: burros, camellos, vacas, cabras, ovejas… como de noche se acercan a beber: manadas de jabalíes, antílopes, hienas y perros salvajes, leones, monos y toda la vida salvaje que puebla estas sabanas africanas. Cientos de estos campamentos de refugiados circundan la región somalí. Es a ellos a quienes tratamos de llevar los camiones de agua, gracias a vuestra ayuda. Muchos días salimos con nuestro vehículo todo terreno acompañando a los camiones cisterna, para asegurarnos de que tan preciado regalo llegara a quienes más lo necesitan. Múltiples fueron las peripecias vividas en esos recorridos.

Quizá una de las más memorables fue la vez que los voluntarios que acompañaban al camión, pincharon tres veces las ruedas, quedando dos ellas totalmente inservibles como podéis ver en la foto. Inolvidable experiencia para Juan, que acompañó al camión de agua “desierto-a través” y pinchó tres veces en una sola mañana. Nadie puede siquiera imaginarse las penurias que se pasan en la misión para llevar un solo camión de agua. Fueron ocho horas las que pasaron, desde que salieron hasta que regresaron a la misión. Cada uno de esos neumáticos cuestan más de 400€. Pero a pesar de todos los contratiempos y sacrificios, el poblado de Igit, ese día bebió agua. La escasez de agua es la causa de muchísimas enfermedades que se han hecho, con el paso del tiempo, endémicas en esta región.

Una de esas enfermedades, de la que está prohibido siquiera mencionar el nombre por el gobierno central y castigado con penas de cárcel (especialmente para los médicos etíopes), es el cólera. Son tan graves los efectos del cólera y es una enfermedad tan contagiosa que incluso los enfermos de las Misioneras de la Caridad de la Madre Teresa en Jijiga, se han contagiado y ha sido necesario enviar más hermanas desde otras partes del país, que son médicos, para ayudar a atajar esta crisis en su propio convento, entre sus pacientes, aún a riesgo de su propia vida. . Nosotros seguiremos llevando camiones y camiones de agua a miles de personas, mientras no lleguen las lluvias y vosotros nos sigáis ayudando con tanta generosidad. Ver los pobres sembrados reducidos a un manojo de hojas secas, ver morir el ganado que es la vida y el sustento de estas pobres gentes.

Contemplar la precariedad de su vida, sabiendo que, de un día para otro, todo lo pueden perder, nos llena a todos los que les acompañamos por vocación misionera, de una angustia y una tristeza que no se nos aparta nunca. Medicinas: Tanto las Hermanas de la Madre Teresa como nosotros en la misión de Gode, andamos necesitados de las siguientes medicinas: Olazepam 25 mg.; Fraxiparin (inyecciones) para prevenir la flebitis; Respiradon; necesitamos tiras desechables para los glucómetros (ya sabéis, los aparatejos que sirven para medir el azúcar en la sangre), las marcas son: CONTOUR XT y ONE TOUCH VITA. Ante nuestra mirada agradecida está la memoria de esos extraordinarios hombres y mujeres que nos han precedido por los senderos de la misión.

El gran Francisco Javier, a quién por despedida le dijo el padre Ignacio: “Xavier, ve a la India y préndele fuego a todo…”; Pedro Claver, Teresa de Calcuta, Daniel Comboni, que tardó cinco años en cruzar Etiopía a lomos de una mula; el padre Damián, leproso entre los leprosos… son los misioneros colosales, los héroes de la Iglesia, los que dejaron huellas indelebles para que otros, torpes aprendices de misioneros, pudiéramos seguir las sendas de sus raídas sandalias, o la espuma de la estela, de océanos infranqueables, con la cruz en los labios y una oración en el corazón. Rezad por los misioneros, rezad para que nunca dejemos de caminar, para que ni el cansancio ni el desaliento apaguen las ascuas del Espíritu; para que cuando el viento sople en contra, sepamos que no caminamos solos, que siempre vamos de la mano de Jesús, el que con amor incomprensible nos llamó por nuestro nombre, nos salió al encuentro, nos declaró su amor y nos puso, al pie de la cruz en brazos de Nuestra Señora Santa María, la madre que a todos los misioneros nos limpia las lágrimas y acalla nuestros desasosiegos y nuestros llantos; la que aviva nuestras alegrías y nos alienta en nuestros cansancios.

Padre Christopher

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