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Jueves 16º Tiempo Ordinario 27-07-2017

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“A vosotros se os han dado a conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no”

Evangelio según S. Mateo 13, 10-17

Se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: “¿Por qué les hablas en parábolas?” Él les contestó: “A vosotros se os han dado a conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no. Porque al que tiene se la dará y tendrá de sobra, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. Así se cumple en ellos la profecía de Isaías: “Oiréis con los oídos sin entender; miraréis con los ojos sin ver; porque está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos; para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure”. ¡Bienaventurados vuestros ojos, porque ven y vuestros oídos, porque oyen! En verdad os digo que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron”

 

Meditación sobre el Evangelio

P asó la claridad fulgiendo por Galilea, y se tapaban los ojos para no verla; mala voluntad en los ojos, que exigía ayuda a los párpados para no ser cautivos de la luz. Dios les enviará, en adelante, tal luz que no recurran a los párpados ni a las manos para precaverse de ella. Por un lado, será clara para los ojos claros de voluntad; por otro, será oscura para ojos oscuros de turbia voluntad: «Hablóles en parábolas para que viendo no vean».

El reino de los cielos, el reino de Dios (los judíos decían «cielos» para no pronunciar el nombre de Dios), es el nuevo orden que instaura Cristo en la tierra, de relaciones del hombre con Dios y de Dios con el hombre: Padre e hijos, hermanos y hermanas, miembros unos de otros, animados del mismo Espíritu que es el del Padre, que es el de Cristo. Copia la nueva humanidad de la unidad Trinitaria; reflejo y participación de la vida divina que es el amor de Unos y Otros (las tres Personas); con un Padre, con un Hijo (que lo somos todos en Cristo) y un Espíritu, que procediendo del Padre procede de los hijos, hechos a su imagen y semejanza.

Este orden es una mina de claridad, donde cuanto más te sumerges, más ves, «porque a aquel que tiene se le dará y abundará». Para los que no la habitan, es un mundo desconocido, insospechado, ni siquiera barruntado: «El misterio del reino de Dios». A todos les dio noticia Cristo, les dio con qué iluminarse en el pasadizo que conduce del error a la verdad, de la ignorancia al conocimiento, de la insipiencia a la sabiduría del cielo.
Almas que oyen al Maestro, que oyen al Espíritu, cuanto más oído ponen, más verdades se les dan, más palabras del cielo se les descubren. Almas que no oyen, aun lo poco que inicialmente tuvieron se les quitará; porque, ¿para qué? No es sana inversión.

La verdad se dio anteriormente en porciones y Cristo la trajo total. Los que la conocieron en fragmentos (profetas y justos) se enamoraron, la anhelaron, soñaron con ella. Desde Cristo les ha sido dado a los hombres captar entera la verdad, tanto más cuanto más se pongan en la era de Cristo. Y la era de Cristo consiste más que en las páginas del calendario, en las páginas del evangelio. Consiste no escuetamente en nacer después de Cristo, sino en caminar por sus palabras, escuchándolas, creyéndolas, para beberlas, para vivirlas: «Mis ovejas oyen mi voz». «Dichosos vuestros ojos porque muchos profetas desearon oír lo que oís y no lo oyeron ».

Los otros son «los de fuera», los no ingresados en la nueva era, en la Nueva Buena. Desgraciados que viendo no vieron, que coincidiendo sus días con el evangelio no lo percibieron, lo dejaron pasar en vano o lo contradijeron.

El Maestro, pues, apelará a un lenguaje que facilitará a los buenos ser mejores y a los malos ser peores (peores si persisten en su negra voluntad).

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