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Solemnidad de Santa María, Madre de Dios

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«Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón»

Evangelio según San Lucas 2, 16-21

Los pastores fueron corriendo a Belén y encontraron a María y a José y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, les contaron lo que les habían dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que decían los pastores. Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído; todo como les habían dicho.Al cumplirse los ocho días tocaba circuncidar al niño, y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.

 

Comentario del Evangelio

A quellos pastores, hombres sencillos que velaban sus rebaños, habían creído y acogido fielmente lo que les anunció el ángel del Señor, y acudieron presurosos, dando con ello muestras de su fe en las palabras que Dios les había dirigido, poniéndolas por obra sin tardanza. («De la boca de los niños de pecho -de los sencillos- me hice alabar» (Salmo 8); «Te doy gracias, Padre, Señor del Cielo y de la Tierra porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los sencillos…»(Lucas 10)). Cuando llegaron y contaron lo ocurrido, con su entusiasmo contagiaron su fe a cuantos oían, que quedaron admirados.

¿Y qué encontraron en Belén? Justo lo que el ángel les dijera en su aparición: un niñito, ¡y en un pesebre!, con su madre María, y José. Niño que ni hablaba ni se diferenciaba de otros niños… Pero esta visión componía un cuadro lleno de ternura, envuelto por fuera y lleno desde dentro del amor de Dios. Todo un Dios todopoderoso, hecho niño indefenso, frágil, silencioso en palabras… Quien es Hijo del dueño y creador del Universo entero, de todo lo visible y lo invisible, por el que fueron creadas todas las cosas, hecho niñito pequeñín sin nada saber aún… Dios, que cuida del hombre, necesitado del cuidado de los hombres… Estos son los contrastes de Dios, sus misterios. Dios es así. No queramos cambiarlo. Disfrutémoslo, contemplémoslo como él es, aunque no le entendamos. Nuestra respuesta ha de ser la fe, una fe confiada en su eterno amor, en que él es amor y todo lo obra con amor. Acojamos sus palabras, sus cosas, sus misterios en el corazón como María, linda ella y preciosa, que a Dios creyó contra toda lógica humana, pero que al esperar en él todo se fue desgranando poco a poco, a su tiempo que no es el nuestro, a su forma que no es la nuestra. No es contradictorio Dios, no, sino que sus caminos no son como los nuestros; sus pensamientos distan de los nuestros como dista el cielo de la tierra. Y tras los velos de sus palabras y misterios se esconde su inmenso, infinito e inigualable amor de Padre hacia nosotros (como nos enseñará Jesús) que, una vez que en él esperemos y de él nos fiemos, como María, nos irá quitando velos para conducirnos con un ver distinto a nuestro ver de aquí, con un mostrarse diferente, pero mucho más pleno, que las mayores evidencias de aquí, que, llenando nuestros corazones, aún más los ensancha para más llenarlos…

Al contemplar los pastores semejante misterio, se acrecentó aún más su fe…¡Y lo acogieron en sus corazones, llenos de inmensa alegría, y volvieron para seguir sus vidas alabando y dando gloria a Dios!

María, y también José, se fiaron de Dios con todo su ser, e iban dando cumplimiento y haciendo vida lo que él les había manifestado de palabra por medio del ángel, y a través de las circunstancias y acontecimientos que iban acaeciendo y que marcaban la voluntad divina. Pertenecían al pueblo de Israel, y como tales, siguieron las prescripciones que la ley señalaba… Fue en la circuncisión donde Cristo, niñito aún de ocho días, derramó sus primeras gotas de sangre por nosotros en su vivir el plan establecido por Dios. Allí le pusieron el nombre que a ambos les anunció el ángel (en sueños a José)…

Dios en tantas ocasiones refrenda aquello que reveló o señaló en la oración y que creímos, habiendo dado el paso de ir viviéndolo (muchas veces entre dudas, pues la luz, la seguridad y el impulso inicial se quedaron atrás, dejando sólo espacio para la fe…). Pues bien, en medio de la fe inicial que lucha, él nos fortalece a través de palabras, personas o hechos externos que van sucediendo y que, por un lado, confirman que esa era su voluntad, y, por otro, nos alegra y anima a seguirla viviendo y a fiarnos plenamente de él, con lo que le glorificamos y guardamos memoria de todo en nuestro corazón.

Eso aprendemos de María. ¡Qué linda y bella, que todo lo observaba, escuchaba y guardaba con admiración y con profunda y serena adoración en su corazón agradecido («proclama mi alma la grandeza del Señor; se alegra mi espíritu en Dios mi salvador…»). Luego ella irá enseñando estas cosas y maneras divinas de obrar a su propio hijo, disponiéndolo así para conjuntar el modo en que Dios Padre irá obrando y manifestándose en su interior y exteriormente. ¡¡Preciosa y sin igual Madre, la llena de Gracia!! ¡¡Preciosa y sin igual Criatura!! ¡¡Cuánto hemos de estar los hombres agradecidos a su «sí» por todas las generaciones…!!

¡¡Gloria a Dios por sus preciosos planes y por su amor que nunca acaba!!

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